Explora fragmentos literarios místicos y esquizofrénicos que exploran la espiritualidad, la transformación personal y la lucha contra el miedo. Estos escritos ofrecen una visión poética de experiencias religiosas y reflexiones sobre la mente creativa.

Por Juan Carlos Martin Rojas.

Disfruto mi delirio, amo mi delirio, mi delirio es mi mejor medicina (refrigerio para mis
huesos), mi delirio es mi esperanza, mi delirio es mi consigna sagrada dirigida hacia ningún
espectador, mi delirio es mi sueño y mi propósito, mi delirio es mi alimento, mi delirio es
mi amanecer, mi  delirio es mi pasaporte con visa indefinida al cielo, mi delirio soy yo
mismo en apoteosis constante que un día los fármacos no podrán aprisionar más, y
entonces Dios pondrá cada cosa en su justo lugar… 
PREMISAS FALSAS:
Esta es una frase que me suena tan cariñosa. Todo buen esquizofrénico o persona de
“mente creativa”, debe saber que seguramente llega a conclusiones sobre la maravillosa y
estupenda base de las PREMISAS FALSAS, que son básicas para la vida, pensar que tanta
gente las usa sin saberlo y sin embargo creen que pueden afrontar la vida con ellas. A mí
me gustan mucho mis premisas, las acaricio y devoro cada día en los escondrijos de mi
mente y no se las impongo a nadie, simplemente dejo que ellas sean y brillen por sí solas.
Que bellas son estas premisas “falsas de toda falsedad”, y pensar que mi pequeña vida,
perdón… mi fantabulosa Vida esquizofrénica no hace ningún esfuerzo para tenerlas,
simplemente ellas están allí… y me obedecen… de manera incondicional…
Breves Confesiones de un Salvador.
Sentí a los santos varones y mujeres de la Iglesia, revolcarse entre sus tumbas. Pero no
tuve miedo.  Sentí la Ira del Dios Altísimo manifestarse justo en mis espaldas, la vi
fijamente y no me convertí en estatua de sal. Era bella esa Ira, porque traía justicia y al
final amor. Pero no tuve miedo. Sentí a los santos coros angelicales cantar una canción
feliz y alegre que me decía: “Así  lo has proclamado: Infierno infeliz, por siempre
imposible». Pero no tuve miedo. Sentía a los falsos ministros del Altísimo atacarme feroz y
constantemente: Pero no tuve miedo.  Entré por las Puertas del Cielo, vi la Nueva
Jerusalén, la ciudad santa: (Toqué el oro de sus calles) y me deleité contemplando la Paz y
Su Trono. Ya Jerusalén no mataba más a sus profetas. No tuve miedo. Sentía que los
Abismos me tragaban, Pero he allí: No tuve miedo alguno. Manadas de Querubines,
Serafines y Arcángeles me defendían para que ello no sucediera.   Todos me decían: “No
tengas miedo, te defenderemos”… Se oían truenos, gemidos, quejidos inescrutables,
saciedad, horror, risas, esquizofrenia espiritual, manicomio, locura, poder, triunfo no
apresurado, espada y sangre, defensa, derrota, excremento,  dragones horrendos  y un
futuro hermoso, perfecto y eterno para todos. Universo colosal.  Si es así Señor, no tengo

problema en beber la copa del aturdimiento hasta el final, tomándola con mis propias
manos; pero quítame el miedo… Ese es el arma de las siervas y siervos de Satán, de sus
hijos legítimos, que él adquirió con sus engaños. Libérame, Oh, Señor de las cadenas y
cerrojos de la  vida y de la muerte en este mundo, y llévame junto a ti al lugar donde no
hay sombras. Escuché la Paz, la alegría, armonía perfecta, descanso eterno, fiesta de
bodas, millones de millones de criaturas delante de su Creador.  Todos celebran en una
fiesta que no termina jamás, no más llanto ni dolor. Los santos varones y mujeres de la
Iglesia siguen revolcándose en sus tumbas porque ya quieren salir de éstas.  Poco a poco
resucitan cada vez más. Ellos no tienen  ningún miedo…

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